11 septiembre 2011

Un centro educativo público debería ser un espacio en el que el aprendizaje significativo, la tolerancia y la cooperación predominaran. No obstante, con frecuencia estos centros se convierten en un campo de batalla: los profesores tienen cruentos enfrentamientos con los alumnos y, lo que es peor, los propios profesores se organizan en bandos con intereses e ideas enfrentadas, lo que genera un ambiente laboral realmente tóxico. Más información en este artículo del escritor Juan Serrano Cazorla.