Una de las principales cualidades del buen escritor, del buen novelista, es que puede ponerse en el lugar de múltiples personas; es capaz de pensar como ellas y, por tanto, de crear personajes verosímiles y memorables.
Como habrán intuido algunos de mis lectores, durante mi jornada laboral en los depauperados institutos públicos de Cataluña me dedico, además de a impartir clases de lengua y literatura, a detectar alumnos de Altas Capacidades (es decir, alumnos talentosos y superdotados). Esta es, quizá, la más arriesgada e infructuosa tarea que puede acometer un profesor de secundaria idealista y obstinado. En breve sabrán por qué. Cuando se tiene la formación necesaria y la voluntad de atender todas...