Aceptémoslo: el mundo en que vivimos es una gran competición. Sustraerse al imperativo competitivo es imposible. Deportes, selecciones de personal, exámenes de selección, concursos de todo tipo, etc. Nos pasamos el día compitiendo, con el compañero de trabajo de la mesa de al lado o con el comerciante de la tienda de enfrente. Y lo hacemos porque es lo que nos gusta hacer, del mismo modo que nos gusta buscar y reconocer a los mejores. Pero no siempre las reglas de la competición –o las...