Como sabrán los lectores más avezados e informados, la primera década del siglo XXI nos ha traído un tipo de novela —llamémosla, para envolverla de la seriedad necesaria, novela afterpop— que se proclama a sí misma la representante de una visión del mundo determinada por las nuevas dinámicas sociales y culturales que la revolución tecnológica —sobre todo en el ámbito de la comunicación de masas— ha establecido. Una novela que es la metáfora de una sociedad líquida, desestructurada, especulativa, en la que la conciencia del individuo se disgrega de tal modo que el conflicto clásico de la identidad se torna, no ya irresoluble, sino inexpugnable.
Aunque son muchos los autores (jóvenes, la mayoría) que escriben este tipo de novela —y, por tanto, diversas las características que definen a cada una de ellas—, lo cierto es que, en tanto que tras la nueva poética novelística se esconde una estrategia para asaltar el mercado editorial y ocupar lugares de privilegio, estas novelas posmodernas de principios del siglo XXI tienen rasgos comunes que no son más que las lanzas de vanguardia mediante las que toda la escuadra, como un solo organismo, se abre camino. Sinteticémoslos: la novela presenta una estructura abierta en la que materiales narrativos heterogéneos aparecen yuxtapuestos; la cohesión narrativa es nula o, en el mejor de los casos, frágil; no hay lugar, pues, para el desarrollo de un conflicto complejo ni, por descontado, para la introspección psicológica, lo que supone la desaparición de la novela de grandes caracteres; así que el relato suele sobrevivir recurriendo al ingenio y al sentido del humor; una narración que, al radicalizar la fragmentación, termina fragmentando también la conciencia del lector y, por supuesto, su memoria, en la que apenas quedan huellas perdurables de lo leído. Podríamos seguir enumerando rasgos comunes. Pero estos son los que más nos interesan.
La estructura novelística abierta, desde luego, no es una novedad (es decir, no debe considerarse una aportación exclusiva de los incipientes escritores del siglo XXI). Se trata de un tipo de estructura que, en manos expertas, puede dar buenos frutos; pero de ningún modo soporta la perpetuación, ya que en ese caso descubre pronto todas sus debilidades, todas sus carencias. Esto es así porque, en esencia, la estructura novelística abierta es antinovelística.
La novela, el subgénero literario más difícil y exigente, se caracteriza precisamente por su inquebrantable cohesión interna; es trabazón, ligazón, red de relaciones, interdependencia; es densidad, complejidad, desarrollo, profundidad; es introspección psicológica, ingeniería emocional, arquitectura sociológica; es, en suma, un abismo estructural. Como prueba de estas diferencias radicales entre la Novela y la novela afterpop (que, como ya habrán deducido, nace como subgénero degradado), haremos hincapié en algo muy relevante: si eliminásemos algunos elementos de una Novela bien construida (por ejemplo, algunos capítulos), toda la estructura se desmoronaría y, por tanto, resultaría prácticamente ilegible; asimismo, si introdujésemos en una Novela algunos elementos inadecuados, la calidad del conjunto se vería seriamente dañada. En cambio, en una novela de estructura abierta acabada se pueden eliminar o añadir elementos (verbigracia: capítulos enteros), o intercambiar unos por otros, sin que la estructura se resienta lo más mínimo; además, la inadecuación o la ineficiencia de algunos elementos no afecta demasiado a la calidad del conjunto, porque, en sentido estricto, no se puede hablar de conjunto o, mejor dicho, de conjunción.
Así pues, resulta mucho más difícil escribir una novela trabada que una novela de estructura abierta. La Novela exige más aptitudes, más talento, por parte del escritor. Solo unos pocos escritores pueden acometerla con éxito. De modo que, en cuanto se despoja a la Novela de los elementos que le confieren su extrema dificultad, el número de escritores que pueden escribir novelas —y, al mismo tiempo, presentarse como buenos novelistas frente a aquellos que no son conscientes de todo lo dicho hasta el momento en este artículo— aumenta considerablemente.
En resumidas cuentas, la novela afterpod no es más que el subgénero novelístico acuñado por algunos escritores jóvenes del siglo XXI que no tienen talento suficiente para escribir Novelas. Esta es la razón por la que repiten siempre la misma fórmula. De hecho, si los obligásemos a escribir una novela flaubertiana, o dickensiana, o proustiana, o joyceana, o kafkiana, o benetiana, abandonarían muy pronto, impotentes y frustrados, su carrera literaria.
Desde aquí, defendemos a ultranza una novelística vanguardista para el siglo XXI. Pero una novela vanguardista no debe prescindir de la complejidad y profundidad que siempre han caracterizado al más exigente y productivo de los subgéneros literarios.
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