Los profesores de la escuela pública son pésimos gestores

Resulta evidente para cualquiera que, en la actualidad, los profesores carecen de prestigio profesional, sobre todo aquellos que son funcionarios del Estado. No se sabe muy bien por qué. Ahora bien, hay un acuerdo tácito —que interesa a todo el mundo— según el cual los profesores no son los responsables de este desprestigio ni, por descontado, del funcionamiento errático del sistema educativo público español, sino meras víctimas que soportan con estoicismo virtuoso los desmanes de la Administración y las agresiones de una sociedad asilvestrada.

 

Este consenso, no obstante, se volatizaría ipso facto si se revelase el modo en que trabaja una buena parte de los profesores de la escuela pública cuando nadie los ve (cuando solo otros ojos cómplices los ven olvidando al instante lo que ven); si se instalasen cámaras invisibles en los institutos públicos, si pudiésemos coger desprevenidos a los docentes y capturar su modus operandi, la indignación que se propagaría rápidamente por el país no tendría precedentes. El escándalo sería mayúsculo.

 

Y es que los profesores son, en esencia, pésimos gestores de los centros públicos; y, en algunos casos, incluso gestores maledicentes y corruptos. Pero centrémonos en el primer caso, pues es el que constituye la norma: los profesores-funcionarios —que, recordemos, dirigen los centros públicos con total autonomía, concedida por la Administración— son pésimos gestores debido a dos razones principales (a las que podríamos añadir otras secundarias):

 

En primer lugar, lo son porque no han recibido la formación empresarial especializada que los puestos directivos que suelen ocupar requieren (no olvidemos que un centro escolar es una empresa bastante sofisticada) y, además, porque suelen carecer de vocación y visión empresariales (en la mayoría de casos, un profesor de la escuela pública solo está realmente cualificado para impartir la asignatura asociada a la diplomatura o licenciatura que ha estudiado, y en algunos casos concretos ni siquiera para eso).

 

En segundo lugar, los docentes de los centros públicos son pésimos gestores porque su sueldo y su supervivencia profesional no dependen de su rendimiento como gestores, es decir, de lo poco, mucho o nada eficientes que sean los mecanismos —ideados por ellos mismos— que vertebren el centro escolar. En síntesis: los profesores-gestores mantienen todos sus privilegios —que además se incrementan con el paso del tiempo— aunque su gestión sea deplorable y haya pruebas fehacientes de ello (de hecho, los inspectores saben perfectamente qué centros públicos están siendo gestionados erráticamente, pero en la mayoría de ocasiones no intervienen y casi nunca destituyen a sus gestores).

 

Por tanto, es lógico que la escuela privada y concertada haya cobrado protagonismo en España, en detrimento de una escuela pública depauperada. Porque, sin lugar a dudas, unas personas que han levantado de la nada un centro escolar tienen vocación y visión empresariales; y, por descontado, pondrán todo su talento y energía al servicio de la eficiencia de la empresa que gestionan, ya que su supervivencia profesional y su prestigio (a muchos gestores públicos el prestigio les trae sin cuidado) dependen de una gestión inmaculada.

 

Después de todo lo dicho, a ver si se atreven, queridos lectores, a matricular a sus hijos (o a sus futuros hijos) en una escuela pública.

 

 

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Comentarios: 1
  • #1

    Nicole Serafini (miércoles, 01 febrero 2017 06:48)


    You really make it seem so easy with your presentation but I find this matter to be actually something which I think I would never understand. It seems too complicated and very broad for me. I'm looking forward for your next post, I will try to get the hang of it!