El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) ha instado a la Generalitat a que, en el plazo de dos meses, presente medidas de intervención educativa que demuestren fehacientemente que la lengua castellana se convertirá, a partir de entonces, en lengua vehicular del sistema educativo catalán, privilegio que, durante décadas, solo ha ostentado la lengua catalana. En el caso de que no se cumpla la sentencia del Tribunal —amparada en sendas sentencias anteriores del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional, que declaró algunos preceptos del Estatuto Catalán inconstitucionales—, la actual Consejera de Educación, Irene Rigau, será multada y, posteriormente, imputada por desobediencia y obstrucción a la Justicia.
Ante esta situación, no son pocos los que se echan las manos a la cabeza e, indignados y escandalizados por los sucesivos fallos judiciales, aseguran que la lengua castellana no está sometida a un tratamiento discriminatorio en el sistema educativo catalán, que el modelo lingüístico vigente es eficiente y además respetuoso con la diversidad lingüística y que, por tanto, las medidas de reestructuración del modelo que reclaman los tribunales son innecesarias y, por descontado, ofensivas.
A este respecto, voy a ser claro y contundente: estos son argumentos falaces; argumentos que distorsionan la realidad, esgrimidos por personas intolerantes que hacen todo lo posible para imponer su ideología, amparándose en la Ley, y que cuando la propia Ley se corrige a sí misma, inflamados de soberbia, estallan en desacato.
Incuestionablemente, la lengua castellana sufre todo tipo de discriminaciones y agravios en el sistema educativo catalán. Y los profesores de castellano en colegios e institutos públicos son perseguidos y acosados sistemáticamente por el mero hecho de representar una lengua que muchos repudian. La repudian los numerosos profesores independentistas o nacionalistas que, sabiéndose protegidos por la política de la Generalitat y por extensión del Departamento de Educación, se agrupan y organizan con los propósitos de minimizar la presencia y relevancia del castellano en los centros, adoctrinar a los alumnos autóctonos para que la repudien, asegurarse de que los alumnos inmigrantes no la aprendan (y, en cambio, aprendan perfectamente el catalán) y, por supuesto, debilitar la voluntad de los profesores de castellano; que, desafortunadamente, se encuentran totalmente desamparados porque la mayoría de los profesores que no repudian la lengua castellana, o bien apartan la mirada de las terribles discriminaciones que se cometen y de las humillaciones que se infligen, o bien, en contra de su propia naturaleza ideológica y condición ética, se alían con los instigadores para salvaguardarse y no ser represaliados (¿recuerdan mis artículos anteriores sobre la educación en este país, verdad?).
Algunos pensarán que exagero, incluso que estoy distorsionando la realidad en beneficio de mis intereses ideológicos, que, como ha quedado claro, no son los de los independentistas catalanes. No serviría de mucho que me esforzara en acumular argumentos para tratar de convencerlos de lo contrario. Será mejor que, como soy profesor de lengua castellana y he trabajado en muchos institutos públicos de Cataluña, les relate brevemente algunas de mis experiencias relacionadas con el tema que nos ocupa, solo unas pocas, las más representativas:
1) Un buen día llegué a un instituto de San Joan Despí y me recibió el coordinador de la ESO, profesor de lengua catalana. Esto fue lo que me dijo a los pocos segundos de conocernos: “A partir de ahora, tú y yo solo hablaremos en catalán, porque eso de hablar cada uno en una lengua distinta no está bien. Tus clases las impartes en castellano, pero fuera de ellas solo puedes hablar en catalán, que es la lengua vehicular”. Este profesor y su camarilla reprendían severamente a los alumnos que hablaban en castellano fuera de las aulas (en los pasillos, en el recreo, en las salidas extraescolares), proferían discursos adoctrinadores en sus clases y, para colmo, intimidaban y amenazaban (de forma pública en las reuniones de profesores) a los docentes que empleaban el castellano para impartir sus clases. Yo me enfundé el traje militar y así comenzó una batalla campal de dimensiones épicas.
2) Otro buen día llegué a un instituto de Santa Coloma de Gramenet. Por una parte, la directora, profesora de lengua catalana, había suprimido un profesor de castellano de la plantilla —alegando que no era necesario— y, en su lugar, había solicitado a la Administración un profesor de Inglés, que le fue concedido. Como consecuencia de esta decisión, cuando comenzó el curso más de veinte horas de lengua castellana quedaron pendientes de asignación. ¿Quién terminó impartiéndolas? Pues el nuevo profesor de inglés, dos profesores de otros departamentos y la profesora de religión (a la que le tocó 4º de la ESO, y que no tenía ni idea). Este chanchullo aberrante se llevó a cabo con la connivencia de la inspección educativa. Y las enérgicas protestas de los profesores de castellano del centro, incluidas las mías, fueron ignoradas. Para colmo, la jefa del departamento de castellano tuvo que asesorar pedagógicamente a los intrusos.
Por otra parte, el centro contaba con un elevadísimo porcentaje de alumnos inmigrantes (mayoritariamente chinos y marroquíes). Estos acudían a las clases normales en todas las asignaturas, que se impartían en catalán, y durante muchas horas a la semana acudían a unas aulas especiales donde profundizaban en el aprendizaje de la lengua catalana. Respecto al aprendizaje de la lengua castellana, los numerosos alumnos inmigrantes se beneficiaban de tres horas lectivas a la semana; pero lo hacían junto a los alumnos autóctonos en las clases ordinarias, de modo que los profesores de castellano no podíamos atenderlos de ningún modo (porque no se pueden impartir dos niveles de lengua diferentes al mismo tiempo en una misma aula). Expusimos nuestras quejas en el primer claustro; y la directora contestó: “No importa que no podáis atender a los alumnos inmigrantes en el aula, porque el castellano ya lo aprenden en la calle”. La jefa del departamento de castellano y yo contraargumentamos enérgicamente (el resto de profesores se mantuvieron al margen). No sirvió de nada. Después de cruentos enfrentamientos y algunos llantos, conseguimos que se incorporara al currículo una asignatura optativa de español para extranjeros (un parche), que terminó impartiendo una profesora ajena al departamento de castellano (cuyos recursos personales fueron esquilmados antes del inicio del curso con diáfana intención).
Como colofón, no estaba permitido publicar artículos en lengua castellana en el periódico del instituto. Y los profesores de castellano tuvimos que librar una nueva batalla (asumiendo riesgos personales) para deshacer la censura.
3) El año pasado, en un instituto público barcelonés del distrito de Nou Barris, un profesor de ciencias sociales me dijo, en presencia de otros profesores, que yo no era catalán porque hablaba en castellano.
4) En marzo de este año, en otro instituto público barcelonés del distrito de Nou Barris, fui abucheado por la mayoría de los alumnos como consecuencia de expresarme en lengua castellana durante un acto público (en este caso concreto, los alumnos han sido adoctrinados por sus padres, marcadamente independentistas). Ocurrió del siguiente modo: yo había subido al estrado de una amplia sala de actos para anunciar los ganadores del concurso de disfraces, pues formaba parte de los miembros del Jurado. Anuncié el nombre del primer ganador expresándome en lengua castellana e, inmediatamente, casi todos los alumnos comenzaron a abuchearme y a exigirme, de malos modos, que hablara en catalán. Yo sostuve el micrófono con firmeza y dije: “El profesor de castellano habla en castellano”. A los pocos segundos, todos se callaron. Ningún profesor subió al estrado para reprender a los alumnos, ni siquiera la directora y el jefe de estudios, que estaban presentes.
He aquí una pequeña muestra de la intrahistoria del conflicto lingüístico catalán. Saquen ustedes sus propias conclusiones.
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1. Discriminación de la lengua castellana en el sistema educativo catalán II.
2. Discriminación de la lengua castellana en el sistema educativo catalán III.
3. ¿Discriminación y adoctrinamiento en el sistema educativo catalán?
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